El tema es la huida. Escapar.
Irse y valer para otra batalla. O simplemente irse. La excusa es lo de menos.
Ya encontraremos alguna justificación a mitad de camino. También es posible que
hallemos una razón para volver. Hay que correr riesgos. Hay que correr. Correr
sin mirar atrás.
Intentos como el precedente. Intentos de comenzar a hablar de algo que no se tiene claro desde un punto de partida difuso. Empezar a ir a ninguna parte desde una parte cualquiera. Huir por el teclado. Hasta la tecla siguiente. Hasta la tecla de borrado.
La inspiración como tema de inspiración (ay, hay un juego de palabras facilón –el ordenador te corrige y escribe vacilón- que te llama. Y vas, claro, como un pelotudo, vas) no resulta muy inspirador. Pedir perdón o huir. Sales por patas de este párrafo.
Huir del amor camino del sexo. Huir de uno camino de dos. Huir de viceversa por el camino inverso. Huir del camino ciudad a través.
De todos, de ti y de mí, siempre estamos huyendo.
Cuando uno escribe huye hacia abajo. Sí, inténtalo. ¿Lo ves? Llegas al margen derecho y tienes que bajar. Y así. Los niños no huyen. Siguen escribiendo allende el papel. Miguel, con dos o tres años, una noche, mientras tú preparabas la cena, se quedó dibujando en un folio sobre la mesita baja del salón. Cuando reapareciste, el folio estaba en el suelo, apenas dibujado, y la mesa casi completamente grafiteada con rotulador.
La asociación libre no pone impedimentos para que te sumes a ella. ¡Apúntate! Apúntate y dispara.
Disparar, del verbo salir disparado. Huir hasta quedarte sin aliento ni alientos.
¿Qué necesidad hay de ir por ahí? Con lo bien que se está en casa. Huyendo por el teclado sin moverse del sitio. Sitiado por la imperiosa necesidad de huir que te rodea, dejándote sólo el resquicio de tus diez dedos –te sobran siete- por el que acceder al teclado y escribir a toda lenta velocidad que hay que salir corriendo de aquí pero ya.
Actualmente está prohibido fabricar teclas de piano de marfil*.
*Información encontrada en mi huida más reciente durante un descanso para recuperar el resuello.
Vale, echad las campanas al vuelo. Eso sí: luego no os quejéis si os cae una cagada de campana en toda la cabeza.